
“Ramón Unzaga inventó la jugada, en la cancha del puerto chileno de Talcahuano: con el cuerpo en el aire, de espaldas al suelo, las piernas disparaban la pelota hacia atrás, en un repentino vaivén de hojas de tijera.

Pero esta acrobacia se llamó la chilena unos cuantos años después, en 1927, cuando el club Colo-Colo viajó a Europa y el delantero David Arellano la exhibió en los estadios de España. Los periodistas españoles celebraron el esplendor de la desconocida cabriola, y la bautizaron así porque de Chile había venido, como las fresas y la cueca.
Después de varios goles volanderos, Arellano murió en aquel año en el estadio de Valladolid, por un encontronazo fatal con un zaguero”.
Sencillo, corto y descriptivo así es el relato del memorable escritor uruguayo, Eduardo Galeano para narrar el pocas líneas a historia de cómo, dónde y por qué nació y se denominó «La Chilena» a una típica pirueta en el aire que, cada vez que un jugador la pone en práctica en cancha, genera elogios de los espectadores.
Una de las más famosas en el fútbol argentino, también tiene firma «charrua». Fue en 1986 cuando en Mar del Plata Enzo Francescoli dibujó una chilena en el área grande de la selección de Polonia cuando River Plate en un amistoso enfrentó al combinado europeo.
El equipo del «Bambino» Héctor Veira, a falta de seis minutos perdía 4 a 2 y gracias a la chilena del Uruguayo lo dio vuelta y venció 5 a 4.
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