
En el día de su cumpleaños número 42, en Historias con Frecuencia, repasamos la carrera futbolística de Ezequiel Pomar, en una nota que por entonces le hacíamos en Orsai Casares.
Integrante de una familia futbolera como pocas, Ezequiel Pomar es uno de los jugadores emblemáticos de los últimos tiempos. Supo pasar por Racing, el fútbol italiano y ligas zonales, destacándose siempre por su extrema calidad que aún hoy, a los 37 años, le permite seguir marcando diferencias. Vida y obra de un baluarte identificado con el “Blanco” que dejó y deja su huella en el fútbol casarense.
Mencionar el apellido Pomar en Casares es habar de fútbol. Desde el “Negro” Alberto hasta Marcos, la familia se encuentra cruzada por un destino ligado a la redonda. Pero fue quizás, Ezequiel, el hermano del “medio”, quién más lejos ha llegado en su pasión por practicar el deporte más hermoso del mundo.
Segundo hijo de Nilda y Alberto, Ezequiel viene de ser campeón con Atlético durante 2016, campeonato que no comenzó jugando pero al que se pudo sumar, gracias a sus envidiables condiciones futbolísticas y físicas.
La nota no hablará sobre su actualidad pero, si bien tiene 37 años, amigos y colegas afirman que “hoy corro más hoy que cuando era pibe”. Entre risas y emociones, al caminar la calle Mendoza, aquella por la cual tiraba caños en el viejo “Ambrosio Maya”, Ezequiel respalda los dichos.

Sin duda la familia y el fútbol en primer lugar le llenan el alma pero, alegra su estómago con ravioles con tuco y, luego, prefiere distraerse con el cine de acción y comedia. Esto de grande porque “cuando era chico vivía a tres cuadras del CEF N°11 (Centro de Educación Física) y, a las nueve y media de la noche, mi viejo salía a buscarme porque no volvía”.
El “Yacaré” es zurdo, llevó generalmente la 10 pero “en el patio de mi casa pasé horas pegándole con las dos piernas”. También jugaba al fútbol tenis en las mallas de la avenida San Martín y al “21” con amigos, donde “goles como el de rabona valían por cinco o el arco eran dos plantas. Eso ahora no se ve”, asegura.
“Era travieso pero mis viejos me tenían cortito. Hice hasta tercer año de la secundaria y abandoné porque me quise dedicar al fútbol. Fue un error, hoy me doy cuenta de que se puede hacer las dos cosas”. En su relato y con su experiencia de vida, aconseja a los adolescentes y el claro ejemplo también se ve cuando dice “terminé la secundaria de grande”.
Reconoce que le costaba Fisicoquímica y se sentía más cómodo en Geografía. Metafóricamente, ésta última materia siempre la rindió bien en la cancha aunque “uno nace con la orientación. Nací para jugar al fútbol que es lo que siempre me gustó”.
Al referirse a sus comienzos, Pomar hace memoria y cuenta que “arranqué en la escuelita de Deportivo cuando mi viejo hacia dupla con Lezcano. Fue una etapa hermosa de mi vida y, si bien hay rivalidad entre ambos clubes, no puedo mentir, pase años maravillosos en ese club.
Después pasé a Atlético y el “Blanco” es el color que amo. Comencé en la escuelita con mi viejo. Luego, a los 15 debutamos con Marcos Rosenzuaig en la Copa Amistad en Bolívar. Llegaron dos ofertas de Ferro y Racing y me fui para Avellaneda con mi mamá donde estuve tres años.

Allí, hice la última pretemporada en Brasil de la mano de Bartolo Álvarez, DT de entonces junto a “Peti” Domínguez. A la vuelta, en pleno vuelo me llamaron y Rodríguez me dijo ‘si llegamos y no me echan este año arrancas a jugar en Reserva conmigo’. Por esa cosas de la vida, a los dos meses cambiaron de DT, el nuevo trajo sus jugadores y quedé libre”, narró Ezequiel
Fueron etapas importantes en su maduración como futbolista. Él lo sabe y por eso, emocionado al recordarlo, aflora una anécdota de su paso por la Academia. “Cuando estaba en Racing para un cumpleaños del club Atlético traje a la quinta división. Vino Marcos Rosenzuaig que estaba conmigo y jugadores como Javier Lux, Diego Milito, Adrián Bastía. Jugué contra mi hermano Guillermo y mi hermanito Marcos miraba de afuera con mis viejos. Fue algo inolvidable”. El “Yaca” fue titular en Racing. Ganaron 2 a 1. Corría el año 1991.
Pero su tesón y sus grandes cualidades futbolísticas le darían una segunda oportunidad. “Por contactos de la vida, alguien me vio y me puso en un avión rumbo a Italia. Fui a jugar a lo que sería la C, una tercera categoría. Fue por tres meses a prueba”. Pero la experiencia terminó durando un año.
“Para no ocupar un cupo extranjero, me hice la doble ciudadanía por parte de mi mamá pero al año me citaron para el servicio militar en Italia. No tuve los cojones de hacerlo, entonces me tomé el avión de vuelta”. Al tiempo, “tuve la peor desgracia de mi vida, falleció mi mamá y decidí quedarme y seguir jugando en la zona. Si se dio por algo fue, no estoy arrepentido de nada”, reflexiona.
Luego, todo el aprendizaje adquirido en su paso por tan distintos ámbitos, lo pudo aplicar en Atlético 9 de Julio, cuando jugó el torneo Argentino bajo la dirección de su gran referente, el “Negro” Juan Carlos Pirez.
Aquí, fue campeón en la Liga nuevejuliense y “fue la mejor etapa futbolística de mi vida porque había jugadores impresionantes, el equipo entraba y ganaba todo”.
También fue el turno de compartir equipo con Diego Vera. “Fue mi compañero en su esplendor y lo recuerdo como una de las cosas más lindas mi paso por el fútbol. Hacía 3 o 4 goles por partido”.
Más tarde fue tiempo de regresar a Atlético y, pese a que tuvo un breve paso por Agro en sus comienzos, el “Yacaré” se siente plenamente “genuino”. “Atlético es todo, es como mi segunda casa. Atlético son los amigos, la cena de los viernes, ir a la cancha. Atlético es mi papá, mis hermanos. Atlético es mi vida”.
Con el tiempo, su experiencia y su liderazgo derivaron en el rol de ser el capitán de muchos plantes “blancos”. “Es una responsabilidad grande y linda de llevar. No pesa, al contrario, me alegraba cuando me daban esa responsabilidad como la que tiene hoy mi amigo del fútbol y de la vida, “el Pela” Borsani. Maxi es un capitán de oro y se merece llevarla porque es un tipo ganador y buena gente que quiere tanto al club como nosotros”.
Su trayectoria en Atlético también le permitió darse otro gusto: jugar con sus hermanos. “Fue una linda experiencia. Con el “Catango” (Marcos), renegaba un poco porque al ser más grande le querían enseñar algunas cosas. En cambio con Guillermo, mi hermano más grande, fue distinto porque tiene otro temperamento, más fuerte, un tipo calentón. Igualmente, los tres hemos pasado muy lindos momentos compartiendo juntos una cancha”.
En una carrera tan trascendental, los referentes siempre marcan un camino. “Mi viejo, Lezcano, el más grande Pirez, Walter Hernández, que Dios lo tenga en la gloria, son cuatro personas que me marcaron. Con Walter, en 2001, estuvimos peleados sin hablarnos durante 10 fechas y esas cosas me sirvieron muchísimo: era un pibe dentro de todo rebelde y él supo ponerme su límite y terminó siendo un amigo. Después, en la última etapa con Hugo Astudillo se armó un lindo grupo y también con Marcos Rosenzuaig. Con todos tuve muy buena relación, siempre con respeto”.
“Y dentro de la cancha me quedo con Maxi Borsani y, de viejas épocas, Walter Hernández, “Tato” Torgano, Fernando Longarini, Oscar Astudillo, Roberto Salvi o “Canario” Bentancor, a quien me encantaba verlo jugar. También muchos de la zona como Menai, Mantegna, Machado o Vera, por nombrar solo algunos”, agregó.

En la actualidad, Ezequiel Pomar no forma parte del primer equipo del club de sus amores, pero debido a su extrema calidad técnica nunca se descarta su vuelta aún cuando se encuentra en el último tramo de su vida como futbolista. Por tal motivo, también es consultado sobre si se ve como un futuro entrenador. “No creo. Desde mi punto de vista la Liga local no motiva, no hay competencia, está mal”, aunque reconoce que le gustaría serlo o acompañar a alguno de sus hermanos en la dupla. “Antes teníamos mucha competencia, íbamos a jugar a 9 de Julio, Bragado, Chivilcoy, Pehuajó y hoy, la competencia de los chicos es muy triste”, describe, aunque reconoce que no conoce como se trabaja internamente en la LCF.
El boom Agropecuario también es tema de conversación, institución por la que supo pasar en el año 2012, en su pleno surgimiento. “Ojalá hubiese estado Agropecuario cuando tenía 15 años. Nos hubiera servido para mostrarnos a mí como a Tolosa, Cartasso, San Rufo, Guerriero, Rosenzuaig, Ibarra, Picoto o mi hermano Marcos, por mencionar algunos de una lista interminable. No sé si alguno hubieras llegado a algo pero sería otra cosa”. De ésta forma, a contra mano de muchos, Pomar aprueba el nacimiento del “sojero” como algo positivo porque “muchos quizás no terminen viviendo del fútbol pero sí podrían mostrarse ante clubes más importantes”.
A nuestras espaldas está la calle Mendoza, aquella donde el Club Atlético supo hacerse grande. “Lo puede decir el hincha del fútbol local -sin distinción de colores-: el Ambrosio Maya fue lo más grande que hubo en Casares. Ahí me crié con mis viejos, mis hermanos y hoy miro para atrás -desde su actual casa- y no ver nada me genera mucha tristeza”. Hoy pasa a diario por allí a gran velocidad, no con pelota dominada claro está, pero sí con su moto camino al trabajo. Está claro que, si fuera con la redonda al pie, sería mucho más difícil de alcanzar.
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